Para mí, mi abuelo estaba hecho de la materia inconsistente y voluble de los recuerdos. Su anatomía estaba conformada por partes que se buscaban, inconexas, en el silencio espeso en el que reverberan las historias: era imposible encajar el agreste pelo entrecano con la tersura afilada de sus dedos; el tamaño de su pecho era imposible de emparejar con aquella voz de lija imantada; la risa queda, imposible de equilibrar con el trueno de sus zancadas campo traviesa.
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